Siempre he dicho que Gijón es como una madre fea, que a pesar de su fealdad, sigue siendo una madre, y por ello, la ves más bonita que cualquier otra ciudad del mundo.
Las ciudades, como las personas, tienen un encanto especial, a veces conseguido a través de un carácter, un cariño, o situaciones en las que te envuelve y que te terminan enamorando. Y, como seres vivos que son, tienen una existencia dinámica, una madurez, y unas vivencias que, a base de la experiencia de los años, las van endureciendo, les van haciendo aprender, y con ello, van ganando un “algo” natural que les hace ser realmente especiales.
Gijón ha sido una madre maltratada por los años, por las situaciones dadas por sus vecinos, sus padres y sus hijos, y a pesar de ello, nunca ha sentido el rencor, siempre ha tenido un carácter fuerte y bondadoso, y en los últimos tiempos, consciente de su edad y viendo como pasaban los años en el mundo en el que vive, ha intentado estar a la altura de las circunstancias. Se ha arreglado, maquillado, incluso sometido a operaciones estéticas que muchas veces iban en contra de sus principios, pero siempre lo ha hecho con la intención de mimar a sus hijos, para poder ser por fin, una madre de la que todos estuvieran orgullosos. Ese fue el problema; Parte de su prole le ha obligado a operarse hasta límites inimaginables, haciendo que posiblemente se pusiese mas guapa, pero tirando su personalidad a la basura para que otros, que hasta el momento la desconocían, pudiesen disfrutarla. Y a la vez, haciéndole olvidar toda la cultura que siempre albergó bajo sus faldas, y riéndose de ella en su propia cara, y si lo permitimos, dentro de unos años será un chiste de lo que fue, una madre que olvidó quienes eran sus hijos, a los cuales les costará cada día más reconocerla cuando la vean otra vez en vacaciones.
Totalmente de acuerdo. Lo que prevalece es la fachada, la estética que más atraiga y no la autenticidad y la propia identidad. Se maquilla el carácter hasta que deja de existir. Aplicable a todo.
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